viernes, 19 de noviembre de 2010

157# Muros

El muro de Berlín era la noticia de cada día. De la mañana a la noche leíamos, veíamos, escuchábamos: el Muro de la Vergüenza, el Muro de la Infamia, la Cortina de Hierro…

Por fin, ese muro, que merecía caer, cayó. Pero otros muros han brotado, siguen brotando, en el mundo, y aunque son mucho más grandes que el de Berlín, de ellos se habla poco o nada. Poco se habla del muro que Estados Unidos está alzando en la frontera mexicana, y poco se habla de las alambradas de Ceuta y Melilla.

Casi nada se habla del muro de Cisjordania, que perpetúa la ocupación israelí de tierras palestinas y de aquí a poco será quince veces más largo que el muro de Berlín.

Y nada, nada de nada, se habla del muro de Marruecos, que desde hace veinte años perpetúa la ocupación marroquí del Sahara occidental. Este muro, minado de punta a punta y de punta a punta vigilado por miles de soldados, mide sesenta veces más que el muro de Berlín.

¿Por qué será que hay muros tan altisonantes y muros tan mudos? ¿Será por los muros de la incomunicación, que los grandes medios de comunicación construyen cada día? En julio de 2004 la Corte Internacional de Justicia de La Haya sentenció que el muro de Cisjordania violaba el derecho internacional y mandó que se demoliera. Hasta ahora, Israel no se ha enterado.

En octubre de 1975 la misma Corte había dictaminado: “No se establece la existencia de vínculo alguno de soberanía entre el Sahara occidental y Marruecos”. Nos quedamos cortos si decimos que Marruecos fue sordo. Fue peor: al día siguiente de esta resolución desató la invasión, la llamada “Marcha verde”, y poco después se apoderó a sangre y fuego de esas vastas tierras ajenas y expulsó a la mayoría de la población. Y ahí sigue. Mil y una resoluciones de las Naciones Unidas han confirmado el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui. ¿De qué han servido esas resoluciones? Se iba a hacer un plebiscito, para que la población decidiera su destino. Para asegurarse la victoria, el monarca de Marruecos llenó de marroquíes el territorio invadido. Pero al poco tiempo, ni siquiera los marroquíes fueron dignos de su confianza. Y el rey, que había dicho sí, dijo que quién sabe. Y después dijo no, y ahora su hijo, heredero del trono, también dice no. La negativa equivale a una confesión. Negando el derecho de voto, Marruecos confiesa que ha robado un país.

¿Lo seguiremos aceptando, como si tal cosa? ¿Aceptando que en la democracia universal los súbditos sólo podemos ejercer el derecho de obediencia? ¿De qué han servido las mil y una resoluciones de las Naciones Unidas contra la ocupación israelí de los territorios palestinos? ¿Y las mil y una resoluciones contra el bloqueo de Cuba? El viejo proverbio enseña: “La hipocresía es el impuesto que el vicio paga a la virtud”. El patriotismo es, hoy por hoy, un privilegio de las naciones dominantes. Cuando lo practican las naciones dominadas, el patriotismo se hace sospechoso de populismo o terrorismo, o simplemente no merece la menor atención.

Los patriotas saharauis, que desde hace treinta años luchan por recuperar su lugar en el mundo, han logrado el reconocimiento diplomático de ochenta y dos países. Entre ellos, mi país, Uruguay, que recientemente se ha sumado a la gran mayoría de los países latinoamericanos y africanos. Pero Europa no. Ningún país europeo ha reconocido a la República Saharaui. España tampoco. Éste es un grave caso de irresponsabilidad, o quizá de amnesia, o al menos de desamor. Hasta hace treinta años el Sahara era colonia de España, y España tenía el deber legal y moral de amparar su independencia. ¿Qué dejó allí el dominio imperial? Al cabo de un siglo, ¿a cuántos universitarios formó? En total, tres: un médico, un abogado y un perito mercantil. Eso dejó. Y dejó una traición. España sirvió en bandeja esa tierra y esas gentes para que fueran devoradas por el reino de Marruecos.

Desde entonces, el Sahara es la última colonia de África. Le han usurpado la independencia. ¿Por qué será que los ojos se niegan a ver lo que rompe los ojos? ¿Será porque los saharauis han sido una moneda de cambio, ofrecida por empresas y países que compran a Marruecos lo que Marruecos vende aunque no sea suyo? Hace un par de años, Javier Corcuera entrevistó, en un hospital de Bagdad, a una víctima de los bombardeos contra Irak. Una bomba le había destrozado un brazo. Y ella, que tenía 8 años de edad y había sufrido 11 operaciones, dijo: —Ojalá no tuviéramos petróleo. Quizás el pueblo del Sahara es culpable porque en sus largas costas reside el mayor tesoro pesquero del océano Atlántico y porque bajo las inmensidades de arena, que tan vacías parecen, yace la mayor reserva mundial de fosfatos y quizá también hay petróleo, gas y uranio. En el Corán podría estar, aunque no esté, esta profecía: “Las riquezas naturales serán la maldición de las gentes”.

Los campamentos de refugiados, al sur de Argelia, están en el más desierto de los desiertos. Es una vastísima nada, rodeada de nada, donde sólo crecen las piedras. Y sin embargo, en esas arideces, y en las zonas liberadas, que no son mucho mejores, los saharauis han sido capaces de crear la sociedad más abierta, y la menos machista, de todo el mundo musulmán. Este milagro de los saharauis, que son muy pobres y muy pocos, no sólo se explica por su porfiada voluntad de ser libres, que eso sí que sobra en esos lugares donde todo falta: también se explica, en gran medida, por la solidaridad internacional. Y la mayor parte de la ayuda proviene de los pueblos de España. Su energía solidaria, memoria y fuente de dignidad, es mucho más poderosa que los vaivenes de los gobiernos y los mezquinos cálculos de las empresas.

Digo solidaridad, no caridad. La caridad humilla. No se equivoca el proverbio africano que dice: “La mano que recibe está siempre debajo de la mano que da”. Los saharauis esperan. Están condenados a pena de angustia perpetua y de perpetua nostalgia. Los campamentos de refugiados llevan los nombres de sus ciudades secuestradas, sus perdidos lugares de encuentro, sus querencias: El Aaiún, Smara…

Ellos se llaman “hijos de las nubes”, porque desde siempre persiguen la lluvia. Desde hace más de treinta años persiguen, también, la justicia, que en el mundo de nuestro tiempo parece más esquiva que el agua en el desierto.

EDUARDO GALEANO

martes, 9 de noviembre de 2010

156# Hijos del Caballo Blanco

Pocos barrios de cualquier ciudad pueden vanagloriarse de haber encarnado en un animal la personificación y el simbolismo mítico necesarios como para que la sola mención de ese irracional, ya sea mamífero, acuático o volátil, evoque de inmediato a su espacio geográfico concreto y a todos sus habitantes.

Dícese que hubo una mujer, lechera de oficio y vallecana de nacimiento, que tenia en sus establos, además de vacas, un hermosísimo caballo. Era este, según los decires, aún más blanco que el líquido de las vacas, compitiendo su albura con la de la misma nieve esplendorosa de los más duros inviernos. Tenía además largas y fuertes crines de tacto sedoso y unas patas finas y musuculadas como las de un pura sangre, siendo la belleza de ese animal la más abundante fuente de envidia de todos los propietarios de caballos de los alrededores. Los cuales no paraban de refunfuñar ni de decir cosas entre dientes o en voz muy baja y secreta cada vez que veían ante sí la fina estampa del noble bruto. Y seguramente fueron ellos quienes propagaron el rumor de que la lechera, la cual era, según dicen , una real hembra, de carnes rozagantes y prietas y piel tan blanca como el alimento que vendía, se había enamorado tan perdidamente del caballo como para mantener relaciones carnales con él. Y no solo eso, si no que añade la imaginación popular que el sensacional suceso ocurrió junto a un pilón que había por entonces en los Altos de Arenal. Añaden estas antiguas crónicas, que hubo un hijo de tal unión amorosa, exactamente igual que cuando Zeus se unía a alguna mortal hembra disfrazando su divinidad con apariencia de animal e, infaliblemente nacía un niño semidivino, entre mortal y dios, lo que suele ser conocido como héroe.

Se atribuyo a ese niño, nacido de caballo y mujer, la fundación y origen de Vallekas.

Dio en llamarse a los vallecanos “Hijos del caballo blanco”, y ellos que no solían tener abundantes conocimientos mitológicos, ni de los usos y costumbres de dioses o héroes paganos, entendían aquellos como un insulto, algo así como si la cosa quisiera decir “hijo de mala madre”, por lo que hubo, a cuenta de aquella lechera y de aquel caballo, buenas raciones de bofetadas y también algún que otro brillo de navajas.

Afortunadamente el tema ha ido perdiendo virulencia con el tiempo y los vallecanos de hoy, que conocen la leyenda, suelen evocarla con una grata sonrisa en los labios y tomándola por el valor que exactamente posee: el de ser un rasgo que contribuye a definir las señas de identidad y diferenciación de una determinada zona geográfica y de sus habitantes.

Pues es de señalar que el matiz insultante solo se daba cuando la evocación del caballo blanco provenía de un no-vallecano. Si las mismas palabras eran salidas de boca de un genuino hijo de Vallekas, todos sus convecinos las admitían con gesto de íntima complicidad, pues sabían que lo que con ellas se proclamaba era la pertenencia a un territorio, a un clan, a un tótem: el del Caballo Blanco, Vallekas.

Texto e imagen extraídos de Bukaneros Rayo Vallecano.

sábado, 6 de noviembre de 2010

155# La anatomía de los Kaiju

Los kaiju son aquellos monstruos y bestias gigantescas que llevan protagonizando películas japonesas durante más de 50 años. Entre los más famosos están Godzilla o Gamera, y alrededor de ellos se ha establecido una mitología particular que va desde genealogías hasta estudios anatómicos. Es precisamente de estos últimos de los que vamos a hablar, a partir de una serie de ilustraciones sacadas de este flickr.

El dibujo anatómico de Godzilla revela un cerebro relativamente pequeño, pulmones gigantes que permiten respirar bajo el agua, unos músculos de las patas capaces de soportar 20.000 toneladas de peso corporal, y un "saco de uranio" y un "saco de reacción nuclear", ambos radiactivos, que producen aliento incendiario y energía corporal.

En el caso de Gamera, la ilustración muestra unos ojos con visión nocturna, brazos lo suficientemente fuertes como para levantar y mandar a tomar por culo un barco de 50 toneladas, y "sacos de fuego" que permiten a la gigantesca tortuga disparar llamaradas con sus manos. Además también presenta una serie de órganos con forma de saco para almacenar lava, petróleo, carbón y uranio (como Godzilla), así como unos órganos con forma globosa en las patas que le permite emitir un chorro de aire a través de la planta de los pies para autopropulsarse.

El esquema anatómico de Mothra en forma larval presenta una mandíbula robusta, un enorme estómago, un órgano alargado que produce seda, una hilera de orificios respiratorios a ambos lados del cuerpo, un número indeterminado de cilios en la superficie inferior, y un sistema nervioso rudimentario que consiste en un ganglio cerebral y una red de ganglios nerviosos distribuidos por todo el cuerpo.

Por último, el diagrama de Anguirus revela unos ojos que pueden detectar la luz infrarroja, un par de sub-cerebros que controlan las patas delanteras y las patas traseras, unos músculos muy desarrollados de las patas traseras, y una cubierta espinosa dorsal muy sobrecargada.

martes, 2 de noviembre de 2010